En poco tiempo, asegura
C1, va a convertir a
C2 en una cinéfila. La cosa es más o menos así:
C1, conspicuo
downloader de casi todo lo digitalizable (de un libro de
Vesalio hasta
Ilsa, la loba de la SS y todo lo que a ud. se le ocurra poner entre medio) lleva el material que obtiene de su cibernética mula a la casa de
C2. Allí se ampara bajo un inefable DVD
Stromberg Carlson que anduvo dos veces y se rompió... tardaron más de un mes en refaccionarlo, pero como en un film americano, en el arreglo quizás intervinieron fuerzas celestiales que permiten al artefacto
leer cualquier cosa que uno le ponga dentro. La cuestión es que la susodicha ya ha visto estrenos mundiales antes de que pasen por la cartelera local. Incluso la suegra de
C1 vió
Maria Antonieta antes que él. No hace mucho vieron juntos
V de Vendetta, que rima con la anterior. Sobre ésta película vamos a hablar ahora.
Más que emitir un juicio subjetivo -que puedo resumir en
me gusto- me interesa sobretodo señalar diversas cuestiones por las que creo que
V de Vendetta acierta con algunas reflexiones (aunque suene un poco demasiado para las intenciones del film) sobre el estado de las cosas en la sociopolítica contemporánea. Incluso alguien que no haya visto más que el trailer o leído la reseña puede llegar a creer que estoy resaltando ese fresco sobre la sociedad de control (entendida en su acepción más vulgar para no discutir a
Deleuze-
Guattari) qué -sin ir más lejos- también refleja
Niños del Hombre. Nada más lejano. Creo que en eso fallan, que atrasan unos cuantos años y que no reflejan ni ésta época ni el futuro; digo esto a riesgo de equivocarme, dado que yo tampoco sé como será el mundo en veinte años. Si creo, en cambio, que hay una trayectoria, que no tiene un inicio claro, que va dejando su marca en todas las instituciones; mejor dicho, sobre el lento pero inexorable derrumbe, no ya de las instituciones en sí (su edificio sería un ejemplo) sino de su autonomía. Si me conceden la idea, creo que en el futuro nos enfrentaremos a complejos sistemas de relaciones políticas -relaciones de fuerza, ni más ni menos- que, en una visión pesimista, serán la estructura donde la metástasis de las formas que ha adquirido el capitalismo -en especial,
la mercancía- se extienda cada vez más sobre el sistema nervioso de nuestras sociedades. Decir esto cuando el Estado norteamericano se erige como juez del mundo puede sonar a despropósito. No menos cierto es qué la historia nos enseñó que el Imperio Romano se vino abajo, entre otras causas, por su afán de despliegue.
Volvamos a
V de Vendetta: ella nos muestra un futuro muy cercano en el que Inglaterra está sojuzgada por un régimen fascista que controla a la población a fuerza de poder de policía y distribución de ideología a través de los medios de comunicación. No muy diferente a lo planteado por conocidas novelas del siglo XX como
1984 o
Un Mundo Feliz. Sin embargo, V de Vendetta se distingue de aquellas, aunque ni siquiera lo parezca para el autor. En el prólogo del comic, editado en el año 1988, el reconocido guionista
Alan Moore decía:
Comencé V de Vendetta en el verano de 1981 [...] Terminé V de Vendetta en el invierno de 1988.
Ahora estamos en 1988. Margaret Thatcher comineza su tercer mandato y lidera sólidamente un Partido Conservador hacia el próximo siglo. Mi hija tiene 7 años y en la prensa circula la idea de campos de concentración para los enfermos del SIDA. La nueva policía anti-disturbios lleva visores negros como sus caballos, y sus furgonetas transportan videocámaras giratorias en sus techos. El gobierno ha expresado su deseo de erradicar la homosexualidad, incluso como concepto abstracto. Y uno se pregunta qué nueva minoría será atacada legalmente después.
Hasta aquí, un
Alan Moore bastante pesimista. Es más que probable que un tercer mandato consecutivo de la
dama de hierro nos impulse a creer que no hay esperanza para la raza. Criticar a
Moore con
el diario del lunes constituiría una necedad del mismo tenor que creer que tales cosas no han sucedido nunca. Han ocurrido en el pasado, seguramente se registren hechos similares mientras escribo este post y sin ninguna duda, tendremos noticias lamentables en el futuro. Pero, probablemente, no suceda en
Inglaterra ni en alguna otra potencia.
El vengador anónimoLo destacable es
V. El principal conjurado contra el régimen fascista no es un político, ni un guerrillero, ni pertenece a una organización; se me dirá que es un terrorista pero que lo sea es más una
incorrección política qué la defensa de una metodología. Es (más bien, puede ser) un tipo común como cualquiera de nosotros. Su motivo: la venganza lisa y llana sin la cobertura de una doctrina. Es curiosa esta inversión: la industria cultural ha construido dos arquetipos del vengador, a saber, el villano que aún
teniendo razón elude los farragosos caminos
legales para ejecutar su plan de venganza generalmente contra un Estado democrático que como enseñan las profesoras de educación cívica, es
el mal menor. La otra figura es, claramente, el que hace justicia por mano propia, cuyo paradigma, recordarán, fue
Charles Bronson. Este sería el vengador por derecha. De cualquier manera, se repite la idea de que el Estado no responde a la necesidad de justicia "completa".Lo que es decir: a la necesidad distributiva de que un crimen se pague con una pena equivalente. En otras palabras, el Estado moderno no quita ojos ni dientes.
V, que ha sido encerrado en un campo de concentración y ha servido como conejillo de indias, decide vengarse de cada uno de los responsables de su cautiverio. Desde una doctora hasta el primer ministro. Podemos encuadrar a V dentro del primer estereotipo, considerando que en vez de ser el villano es el héroe; un héroe, con genealogía de villano.
Lo más importante no es esa inversión. Importa que V no tiene doctrina y busca justicia. Nuestro país es pródigo en este tipo de figuras. De las madres de plaza de Mayo, pasando por Blumberg y los padres de Cromagnon, hasta la comunidad catamarqueña en el caso María Soledad. Cada uno con su especificidad y metodología pero todos coincidendo en la búsqueda de justicia en calidad de víctimas. Las Víctimas (en primer o segundo grado, pero básicamente en segundo grado) contra el Estado. Lo dice V: volar el parlamento es volar un símbolo más que un edificio. Ibarra no cae gracias al poder de la política (en sentido amplio, en donde por un lado están los discursos de los diputados justificando su voto y por el otro las trasnochadas negociaciones alla Scorsese, hechas en un restorán italiano), sino porque los símbolos a los que apela: la democracia (Strassera), los derechos humanos (la Carlotto), los artistas (Fontova) y los intelectuales (cuantos profesores de Sociales!) ya no son más que una cáscara, un tinglado que ya no cubre un chaparrón... "los políticos", dice V, "son los que nos deben temer a nosotros"... Hoy día, cualquier manifestación crítica parece hacer temblar la oxidada estructura estatal. Aún cuando se consideren los índices de popularidad o la exitosa marcha de "la economía", nadie tiene la vaca atada.
Por estos motivos qué señalo, V de Vendetta, más que mostrarnos un futuro dominado por un Estado omnipresente, nos enseña qué no hay político que no tiemble ante la posibilidad de qué, hasta un hecho fortuito e insignificante se transforme en la peste roja qué, como sabemos, se presenta para arruinar la fiesta con una sonrisa petrificada.
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